Mientras Alejandro pasaba toda la mañana buscando al
tele, yo me había adelantado con el grupo más experimentado al frente.
Era mi primera vez en un bosque montano y no creo me pude haber llevado
una mejor primera impresión.
Nuestro primer hallazgo insólito fue el canto de una lechucita
pigmea o Caburé Montano (Glaucidium Jardinii) que, hasta hace algunos
meses, era desconocida en territorio argentino, y por lo tanto no se
encuentra aún en las guías de identificación. Aunque pasamos un buen
rato repitiendo grabaciones de su voz, no hubo respuesta. Pero a lo
lejos se veía un gran alboroto creado por aves pequeñas; seguramente a
causa de nuestro Caburé. Pocos momentos después, en el mismo lugar,
cruzó una bandada de Vencejos, a vuelo muy bajo (considerando la
distancia a la que casi siempre se los ve); fueron identificados como
otra ave recientemente descubierta en nuestro país: aeronautes
montivagus (le decíamos Vencejo Montano pero ese nombre no es nada
oficial).
Bastante más adelante el camino se hacía paralelo a un arroyito que
corría por un pequeño cañadón de 2 o 3 metros de profundidad. Desde
sus profundidades se escuchó un casi inaudible "pip" que
seguramente habríamos pasado de largo si no fuera por la reacción de
Germán. Instantáneamente supo exactamente de lo que se trataba y
comenzó a grabar la voz. Nuestro play-back tuvo resultados casi
inmediatos. El claro causado por el cañadón era interrumpido por una
densa maleza colgante la cual nos tapaba la visión del, para mí (ya
que pareciera que todo el grupo sabía de que se trataba), misterioso
cantor. Nos amontonamos en una muy compacta masa mientras esperabamos
que el furnárido se asomara por la única y mínima ventanilla que
teníamos.
Cada tanto alguien gritaba -"Allí está"- pero
desaparecía antes de que se pudiera ver bien. De todos modos ya sabía
de qué se trataba: era un Macuquito (Lochimas Obscurus), un pequeño
furnárido negro que solo se encuentra en arroyos a estas alturas.
Frente a nosotros había un tronco caído que bajaba más o menos
metro y medio hacia una aparentemente segura plataforma en la ladera del
cañadón; desde allí podríamos verlo sin tanto estorbo de la maleza.
Entonces los más aventurados nos hicimos camino a través de la
multitud y bajamos por el resbaloso, podrido y quebradizo tronco del
cual, en ese momento, dependían nuestras vidas. Llegamos hasta la
plataforma, que resultó ser una trampa mortal ya que no solo era
empinada y resbalosa si no que casi no entrábamos los cuatro (Germán,
Diego, Kini y yo) y fuimos forzados a adoptar las posiciones más
inusuales y peligrosas imaginables. Yo estaba agachado con una pata
colgando hacia el vacío, la otra en el barro luchando constantemente
por no resbalarme, una mano aferrándose de una raíz embarrada y la
otra tratando de mantener estables a mis pesados binoculares mientras me
inclinaba lo más posible hacia el vacío. Finalmente el Macuquito se
vio, y no creo que se pudo haber visto mejor; extrañamente pareció que
todo el riesgo valió la pena y pude salir de mi inusual percha para
ceder el lugar a otros, si milagrosamente no caía en la subida...
Toda esa falta de precaución se debía a que nos encontrábamos en
un estado de éxtasis por otro avistaje que había sucedido alrededor de
media hora antes:
Caminábamos algo cansados y ya satisfechos por el Caburé y los
Vencejos. De repente alguien dio el tan ansiado
grito-"¡¡¡Rapaz!!!"- Instantáneamente todos lo teníamos
en la mira. No me parecía muy grande; una mirada más detallada reveló
que no era más que un Carancho Juvenil... Apenas más grande que los
que hay en Buenos Aires. Estaba por comunicarle al grupo mi desconsolada
conclusión cuando Germán dijo en un tono casi incrédulo
-"Isidori... Oroaetus Isidori" y ya gritando
-"!Oroaetus!!Oroaetus Isidori!.. no.. no puede ser!".
Yo estaba sin entender nada, ya que nunca me aprendí los nombres
científicos. Entonces pregunté a todos
-"¿Oroaetus qué?"
-"Isidori"- me decían
-"¿O sea?"
-"Oroaetus Isidori"- me respondían.
-"Que quiere decir?"
-"El nombre científico de una rapaz"
-"¿Cuál?"
-"Oroaetus Isidori"
- "Cuyo nombre vulgar sería..."
-"Eh... algún águila... pero...como se llamaba..."
En ese momento el ave fue cubierta por la selva; Germán se lanzó en
una corrida hacia una esquina que prometía una mejor vista; todos lo
seguimos. Mientras corría dejaba un claro rastro de objetos diversos:
desde su gorra hasta el walki-talki que usaba para mantenerse en
contacto con Hernán (que se había quedado en el monolito). Él ni se
molestaba en parar a recogerlos, lo que me indicaba que, fuese lo que
fuese esta rapaz, era algo extraordinario. Cuando llegamos a la curva
vimos la mancha negra desaparecer en la aparentemente interminable
selva.
En ese preciso momento alguien me dio la noticia: "Ya me acuerdo
como se llamaba... era un Aguila Poma... o algo así". ¿QUE? Ese
Carancho algo crecidito era una de las águilas más grandes, poderosas
y escasas del mundo? Había pasado ante mis ojos y no tenía idea de que
se trataba?. Germán, tras haber vuelto de buscar el walki-talki
repetidamente intentó comunicarse con Hernán para avisar del avistaje,
ya que dedujimos que se dirigía en su dirección. Pero no pudimos hacer
contacto, quizás se había roto en la caída al suelo... Germán
intentó gritarle ya que el monolito no quedaba tan lejos (el camino era
muy sinuoso) "!!Hernán..., Aguila Poma!!" pero sin resultado.
Nos quedamos un rato en la esquina... fingíamos que era para
reponerse de una corrida de unos 300m a 1700msnm con mochila y todo.
Pero secretamente todos teníamos la ilusión de que el Aguila regresara
por el mismo lugar por el que se fue... pero todos sabíamos que era un
delirio y que tal deseo nunca se cumpliría, sabíamos que jamás la
volveríamos a ver.
Pero de vez en cuando... muy de vez en cuando esa clase de deseos se
cumplen. La Poma volvió volando en círculos cada vez más cerca. Se
saco una foto aunque no muy buena; aún asi nuestro recuerdo sigue
vívido: se veían los característicos parches claros en el ala, la
cola blanca con una franja negra, e incluso el pecho canela con el
grueso barrado en el cuello; todo a la perfección. Me arrepiento de mi
previa descripción de "Carancho juvenil algo crecidito" ya
que el segundo avistaje reveló todo lo contrario: el ave era inmensa,
gloriosa y fascinante... La Poma pasó directamente encima de nosotros.
Y al mismo tiempo se cruzó un Taguató Negro, una especie de Aguilucho
que siempre quise ver y era uno de mis principales objetivos en este
viaje, pero apenas le di un vistazo y luego lo ignoré por completo ya
que había algo mucho, mucho más glorioso, escaso e imponente a la
vista.
Una camioneta pasó y se detuvo a investigar la causa de nuestra
fascinación. Alguien bajó y preguntó qué veíamos; -"Oroaetus
Isidori"- respondió alguien -"nunca vas a volver a verlo en
tu vida!"- Dijo otro. Al ver que nuestra extrema alegría era
provocada por algún Carancho algo crecidito, no sé qué habrá creído
de nosotros, pero se disparó hacia la puerta de la camioneta y echó
polvo a la ruta.
Eventualmente el ave se desvaneció en la dirección opuesta de la
que provino y supimos que otro regreso sería imposible, no solo para
este viaje sino por el resto de nuestras vidas.
Germán otra vez intentó comunicarse, esta vez sólo para burlarse
de Ernán quién no la había visto. Extrañamente esta vez el artefacto
funcionó y Ernán dijo sus palabras triunfales: "Me arruinaste el
día" (en tono depresivo). Comienzo a dudar si el walki-talki
realmente no había funcionado...
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