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¿A dónde llevan los excesos del
ecoturismo?
Jorge Chávez de la
Peña
*Director general de Ecoturismo TAP Consultores.
Dirige la sección de turismo en la revista Kuanum, de la Asociación
Mexicana de Agencias de Viajes.
Podríamos iniciar parafraseando "Ay, ecoturismo,
cuántos abusos se cometen en tu nombre". Porque el boom de esta
actividad ha permitido que tirios y troyanos compartan el mismo
pastel y algunos puedan disfrutar de pingües ganancias utilizando un
bien que cada día es más escaso y, por lo tanto, más rentable: la
naturaleza "virgen" o, por lo menos, la mejor conservada.
Esto no tendría mayor importancia en un mundo regido
por las fuerzas del mercado si no fuera porque nuestro agobiado
planeta tiene ahora que soportar a los llamados ecoturistas y
a los comercializadores del producto turístico que utilizan, por lo
regular, los últimos reductos de áreas naturales sin tomar en
cuenta, en la mayoría de los casos, la fragilidad de los
ecosistemas, ya no digamos la capacidad de carga o el consecuente
impacto ambiental.
¿Qué pasa? Aparentemente la confusión en cuanto al
objetivo de esta actividad y su antecedente conceptual, todavía en
la bruma, facilita que lo mismo se hable de turismo ecológico,
alternativo, sustentable, de naturaleza, de aventura, etcétera, sin
parar mientes en los alcances que cada uno de estos términos puede
tener. Se ha choteado, diríamos coloquialmente, este término.
El criterio más común por nuestros lares es el que hace algunos años
estableció Héctor Ceballos-Lascuráin en su libro Ecoturismo,
naturaleza y desarrollo sostenible, seguido por Elizabeth Boo en
su texto Ecoturismo: potenciales y escollos: "El turismo que
consiste en realizar viajes a áreas naturales relativamente sin
disturbar o sin contaminar, con el objetivo específico de estudiar,
admirar y gozar el panorama junto con sus plantas y animales
silvestres, y así mismo cualquier manifestación cultural (pasada y
presente) que se encuentre en estas áreas".
Más recientemente, la Unión Mundial para la
Naturaleza (uicn), atenta a los nuevos criterios surgidos a partir
de la propuesta estratégica de "nuestro futuro común", el
desarrollo sustentable, incorpora la dimensión social al
enfoque biologicista de la primera: "aquella modalidad turística
ambientalmente responsable, consistente en viajar o visitar áreas
naturales relativamente sin disturbar con el fin de disfrutar,
apreciar y estudiar los atractivos naturales (paisaje, flora y fauna
silvestres) de dichas áreas, así como cualquier manifestación
cultural (del presente y del pasado) que puedan encontrarse ahí, a
través de un proceso que promueve la conservación, tiene bajo
impacto ambiental y cultural, y propicia un involucramiento activo
socioeconómicamente benéfico de las poblaciones locales".
Es importante destacar que en nuestros días, algunas
instituciones públicas, muchas empresas privadas y otro número
indefinido de comunidades, utilizan al ecoturismo como una modalidad
altamente rentable y, las menos, como una estrategia de desarrollo o
un instrumento para la conservación. Y, según la definición de la
uicn, todas estas tendencias (sociales, económicas y ecológicas) no
necesariamente deben ser contrapuestas sino que pueden estar
incluidas en un proyecto o en actividades de este tipo.
La realidad es distinta: las tendencias
neoliberales, al inhibir la participación del Estado, propician que
los más débiles, y en este caso estaríamos hablando de las comunidades anfitrionas, acepten las
condiciones de los inversionistas que regularmente, en el
cumplimiento de sus objetivos históricos, pretenden explotar
(y no aprovechar en el sentido que la Ley General del
Equilibrio Ecológico y la Protección al Ambiente señala) los
recursos naturales, históricos o sociales en el corto plazo para
recuperar su inversión en el menor tiempo posible, sin prever los
impactos que pueden provocar. Es decir, la misma política del
turismo convencional, pero cobijada con el vocablo ecoturismo
porque la tendencia del mercado apunta hacia una creciente demanda
de un turista consciente y exigente de un entorno saludable así como
desea una mayor comunicación con otras culturas, las nativas. Habría
que revisar exhaustivamente las empresas, asociaciones y,
desgraciadamente también, a algunas comunidades que practican este
turismo. Encontraríamos que aún prevalecen el caciquismo, el lucro y
la ignorancia, entre otras, como las principales causas del
deterioro ambiental y social, so pretexto del ecoturismo.
Pero no todo ha sido excesos: pues este mismo auge
también ha propiciado que el lenguaje originalmente de corte
biologicista se haya vuelto también social, como lo demuestran las
conclusiones de las mesas del Foro sobre Biodiversidad y Ecoturismo,
celebrado en noviembre pasado en la LVII Legislatura de la Cámara de
Diputados.
Por otra parte, la situación emergente de las
comunidades indígenas con su propia cosmovisión y al incorporarse
ellas mismas como microempresarias de sus proyectos (con el apoyo en
algunos casos de instituciones federales (Fonaes), estatales (Turist
Yu'hu en Oaxaca), municipales o de instituciones no gubernamentales
), ha facilitado que sus recursos sean mejor manejados y, por lo
tanto, conservados.
También se ha propiciado que en vista del futuro
promisorio del ecoturismo, muchos investigadores y algunas
instituciones educativas, comiencen a profundizar en la verdadera
esencia de este turismo. Siendo muy ambicioso y modificando el
enfoque económico de quienes lo consideran solamente un segmento del
mercado, yo buscaría que no sólo se hiciera turismo ecológico, sino
que se pudiera ecologizar al proceso turístico. Es decir, a todo
este proceso social y no sólo a una parte del mismo. Nuestro planeta
así lo está exigiendo.
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