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Juan Schobinger inició su disertación citando
algunos párrafos del libro de su autoría recientemente publicado
(Schobinger Juan [compilador]. 1997. "Shamanismo
Sudamericano". Almagesto. Buenos Aires), específicamente de la
introducción realizada por Juan Adolfo Vázquez, quien precisa una
serie de definiciones y aclaraciones respecto a la figura del shamán y
al shamanismo en general.
"...La palabra
"chamanismo" se refiere a las prácticas religiosas del
"chamán", por su parte, se introdujo en las lenguas europeas
a través del ruso, que la tomó del tungús saman. Según algunos
autores saman se relaciona con el sánscrito sramana y el pali samana,
que significan "monje mendicante" ; pero el término tungús
saman tiene otro sentido, como se advierte en su derivación moderna
"chamanismo" que, aplicado al ámbito siberiano, a principios
del siglo XX era definido como una religión de dioses menores,
entendiendo por tales a espíritus, demonios y otros seres
sobrenaturales. [...] En muchos de los casos estudiados la conducta del
chamán se parece a la del sacerdote, por su participación en ritos,
particularmente sacrificios ; a la del curandero (medicine man), por sus
conocimientos terapéuticos ; a la del mago o brujo (witch doctor), por
su capacidad de realizar proezas como la de caminar sobre las brasas sin
quemarse ; y a la del místico, por su dominio de la técnicas del éxtasis.
Pero solo a mediados del siglo XX se hizo el intento de cifrar todas las
características del chamanismo en una tipología unitaria que abarque
tanto las experiencias de los chamanes siberianos como la de otros
especialistas en procedimiento de acceso espiritual a realidades
sobrenaturales, distinguiendo lo esencial de lo accidental. [...] Es
evidente que alguna de las dificultades principales para la comprensión
de los fenómenos chamánicos proceden de ideas y valoraciones europeas
de origen cristiano o moderno, que solo admiten la sacralidad de lo
espiritual como algo exclusivo del cristianismo o que niegan la
existencia de toda experiencia espiritual, reduciéndola a un epifenómeno
de procesos biológicos o psicofísicos. Es necesario, entonces,
someternos a una especia de catarsis intelectual o limpieza de
prejuicios como la que recomienda la epojé fenomenológica, para
despojarnos de ideas y valoraciones que se adhieren como equívocos o
negativos rótulos semánticos a los hechos que deberíamos examinar.
Tenemos que esforzarnos por ver y juzgar las cosas como las sienten y
expresan quienes en realidad las experimentan, y como las entienden los
demás miembros de su grupo, pues las declaraciones del chamán acerca
de sus propias vivencias están condicionadas por las formas lingüísticas
y la visión del mundo de su comunidad. [...] Lo que define al chamán
como tal, tenga o no las características del sacerdote, el curandero,
el hechicero, el psicópata o el epiléptico, es una dimensión típicamente
religiosa, que lo lleva a un mundo que en la cultura europea tradicional
se llama "sobrenatural" y suele recibir el nombre de
"sagrado" por su referencia a potencias superiores al hombre
normal. En efecto, el chamán tiene la capacidad de entrar en éxtasis,
es decir, de alcanzar un estado de trance en el que se produce una
especie de separación de las facultades anímicas con respecto a las
del cuerpo, según modalidades estudiadas por la psicología de la
religión, la fenomenología de la religión, la historia comparada de
las religiones, y otras ciencias. Según se desprende de tales
investigaciones, el chamán ingresa a un orbe de potencias que han sido
llamadas "espíritus", "demonios", "dioses
menores", todas ellas denominaciones equívocas ; pero de cualquier
modo que se las llame parece que el chamán, efectivamente, tiene algún
trámite con realidades mentadas por tales nombres. [...] Acaso se dirá
que todo lo que estoy diciendo es una locura, que la única realidad es
ésta. Pero no es necesario echar mano a las conclusiones de la psicología
moderna. Por nuestra propia experiencia podemos admitir que todos
solemos, de una u otra manera, alcanzar otra realidad. Viajar, en el
sentido corriente de esta palabra, es ya un modo de dejar atrás un
mundo para entrar en otro : ver otro país, otras personas, otra
cultura. Y también el cultivo de las artes, aún las de nuestra propia
civilización, y el hecho de participar como actores o espectadores en
el mundo de la literatura, la danza, la pintura, y aun de la ciencia y
la filosofía, con sus construcciones teóricas, son maneras de salir de
la prosaica situación inmediata para ingresar a otros modos de ser, en
los que el tiempo y las cosas pasan de otra manera.
GRAFICO
1
Antropomorfo con cabeza aureolada
sencilla. Posible representación de un shamán en estado de
trance. Zona de los Valles Calchaquíes. Edad indeterminada.
(Según calco del Museo Arqueológico de Salta)
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GRAFICO 2
Uno de los motivos grabados en la
roca de La Ovejería (San Pedro de Colalao, prov. de Tucumán)
Antropomorfo larvario con cabeza radiante. Atribuido a la cultura
de La Candelaria, aprox. 0-1000 (Relevamiento del autor)
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GRAFICO 3
GRAFICOS 3 y 4
Dos motivos de los petroglifos de Abra de Romero (zona de la
Quebrada del Toro, prov. de Salta) Cabeza felínica de perfil y
cabeza mascariforma somple. Edad indeterminada (Redibujado según
Raffino)
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GRAFICO 4
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GRAFICOS 5 a 7
Motivos shamánicos del arte rupestre de Norteamérica, grabados
sobre bloques basálticos en la zona de Three Rivers, Nuevo México.
GRAFICO 7
Gráfico 7: planta de maíz, nube escalonada y
ave. Adscriptos al "estilo jornada". Aprox. 1000-1500
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GRAFICO 5
Gráfico 5: aves que rodean al motivo
escalonado
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GRAFICO 6
Gráfico 6: aves de alas escalonadas,
impronta de pie y motivos circulares, uno de ellos posible símbolo
solar (según Schaafsma)
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La experiencia del chamán
en su viaje extático es, sin duda, diferente de todo ello, pero no
totalmente distinta de la que buscamos en nuestras pesquisas de otro mundo
-en la que a veces vivimos absortos, ajenos a lo contiguo-, que
consideramos también como reales. Así como nosotros podemos olvidarnos
del entorno en la sala de cine o del concierto, y después de la función
volver a la presencia de las viejas realidades humildes, el chamán, según
coincidentes testimonios, puede viajar a remotas comarcas celestes y
regresar de ellas.
Es verdad que para realizar sus
experiencias extáticas el chamán debe someterse previamente a un proceso
iniciático, diferente del que solemos practicar durante el aprendizaje de
nuestras profesiones, pero no del todo distinto de los que ejercitan los
religiosos en su ascetismo. [...] La experiencia del chamán en el mundo
de las potencias sobrehumanas está documentada por las actuales
investigaciones de la arqueología, que sugieren que el chamanismo era una
técnica espiritual conocida por el hombre prehistórico, y por la
etnografía, que muestra que es practicado todavía por algunos de
nuestros semiolvidados contemporáneos, indígenas de la Argentina y
Chile."
A continuación el Dr. Juan Schobinger prosiguió su disertación con una
rica variedad de diapositivas que la ilustraron. Transcribimos algunas
precisiones y comentarios de la ponencia de Schobinger, la cual se basó
en su última publicación anteriormente citada.
Tomando como marco de referencia el
proceso de cambio paulatino de la mentalidad humana, desde el estado
"arcaico" (correspondiente al nivel cultural Protolítico)
pasando por el "mágico" y el "mítico", hasta es
estadio "mental" que caracteriza básicamente a nuestra
civilización occidental según Gebsner, digamos que los primeros atisbos
de shamanismo se darían en el Paleolítico Superior euroasiático,
asociado a las primeras prácticas de iniciación, y también (aunque no
necesariamente) a las primeras prácticas mágicas.
Si bien el shamanismo se da en su forma
prototípica - para nuestra observación actual- entre pueblos cazadores
del Asia, formas o variantes de él se dan también entre pueblos
americanos que se encuentran en el estadio agrícola (ejemplo cercano :
mapuches o araucanos). Ello sugiere que el shamanismo está asociado, mas
que a una forma exterior de cultura o de economía, a un tipo de
mentalidad. Se ha dicho que la religiosidad americana es de naturaleza
esencialmente shamanística, y esto explicaría que hasta en las altas
culturas se trasluzcan ritos de este tipo (excluyendo empero las fases
imperiales del Período Tardío).
Consideramos que el shamanismo surge en
el Asia y en América como un intento, mediante técnicas mas o menos
artificiales, de recuperar un contacto intimo con el mundo y sus fuerzas
inmanentes (consideradas como divinas), que se había dado naturalmente en
las etapas mas antiguas de la humanidad. Aunque de un nivel mas
"primitivo" que los ritos de iniciación vigentes en las
culturas del Mediterráneo y del oeste de Asia, el shamanismo (en sentido
amplio) también da origen a un peculiar esoterismo americano, cuyas
manifestaciones pueden detectarse tanto en las culturas templarias
("cultistas") de Mesoamérica y Perú (olmecas, Chavín, etc.),
como en algunas culturas de nivel "medio" (agro-alfareras) del
área andina meridional y de la cuenca amazónica.
La ingestión o inhalación -por
distintas vías- de sustancias alucinógenas especialmente preparadas no
forma parte esencial de la iniciación shamánica. ¨Cómo se explica, sin
embargo, el auge que según las investigaciones de los últimos años ha
tenido, y aún tiene, la utilización ritual de esas sustancias entre los
indígenas americanos ? ¨Basta con la comprobación de que los pueblos
amerindios usan o han usado por lo menos 80 drogas con propiedades alucinógenas
tomadas de las numerosas especies vegetales americanas que las contienen,
mientras que en el Viejo Mundo se conocían 6 o 7 ? La explicación mas
convincente tiene como base los grandes cambios psicológicos postulados
por J. Gebser y otros autores : avanzado el proceso general de individuación
(y consiguientemente de pérdida del sentimiento de inmersión en la
naturaleza y el cosmos), que culminan hacia el primer milenio a.C., se
recurre en grado creciente al consumos de sustancias alucinógenas
obtenidas de las citadas especies vegetales, como medio para restablecer
el contacto con las fuerzas divinas. Se trata así de reforzar las "técnicas
arcaicas del éxtasis" de las que habla Eliade (1976). Este autor
objeta la utilización de esas sustancias en cuanto significa una
desnaturalización del "puro trance". Comparando con las prácticas
iniciáticas del Asia y del Mediterráneo, se trataría de una forma
"decadente" (Wellman, 1981). Sin embargo, este juicio
absolutista corresponde mas al punto de vista de un historiador de las
religiones clásicas que al de un antropólogo. Este último reconocerá
la validez de las técnicas alucinógenas en la medida en que formen parte
auténtica de cada cultura y/o grupo social, y signifique un medio
positivo para satisfacer sus necesidades. Esto no sucede en nuestra propia
cultura, dado que de acuerdo con el : estadio mental" en que nos
encontramos (con desarrollo pleno de la conciencia del yo individual),
poseemos fuertes condicionamientos psicológicos en contra de los fenómenos
parapsíquicos en general. Y cuando se consumen drogas, no se logra ni una
liberación ni un acercamiento a las fuerzas divinas, sino una disociación
de la personalidad junto con caídas en estados regresivos ; lo cual no
impide que en ciertos casos experimentales se hayan logrado trances o
visiones similares a lo que describen algunos pueblos etnográficos.
Esta búsqueda del origen la han sentido
muchos pueblos antiguos, que decían que sus antepasados originarios vivían
"de cara" a las divinidades. También decían que éstas se habían
alejado del mundo terrestre, otra forma de percibir lo que aquí hemos
admitido como trasfondo psicológico general en el proceso, definible como
la paulatina adquisición de la conciencia del yo individual paralela a la
pérdida de las facultades intuitivas o de clarividencia., lo que a su vez
llevó a la sensación de separación del hombre respecto de la
naturaleza.
Por ejemplo en Colombia existe un árbol que lo llaman "de la
borrachera", esto indica la visión que tenían los españoles desde
afuera de los trances shamánicos que pudieron ver durante la época de la
conquista. También hay datos y relatos en nuestro país de los cronistas,
de los sacerdotes que vinieron a evangelizar, quienes hablan de las
terribles borracheras en las cuales se les aparecían el demonio, o sea,
esos espíritus, esos seres, esas fuerzas interpretadas por los españoles
desde afuera tenían relación con las fuerzas del mal, es decir del
diablo ; entonces eso se equiparaba a cualquier borrachera de algún español,
cosa que evidentemente no se puede poner en el mismo plano, ni tampoco se
puede equiparar los trances de los shamanes etnográficos actuales o
arqueológicos con el caso que se da en nuestra civilización, de personas
que por equis razones consumen drogas, de ningún modo se puede equiparar
por que una cosa es hacerlo en un contexto ritual y con fines benéficos,
curativos o de contacto intimo con las divinidades, en cambio en nuestra
civilización el consumo de drogas representa lo contrario, es caer en la
enfermedad y eventualmente en la muerte, eso desde ya quiero aclararlo
porque a veces han habido discusiones, yo diría incluso el famoso etnólogo
Castaneda en sus libros de gran valor literario en algún momento sugiere
que nosotros también deberíamos tomar drogas para llegar a
desarrollarnos espiritualmente, y eso evidentemente en nuestra civilización
es todo lo contrario, no es así ; debemos de buscar lo espiritual por métodos
espirituales y no métodos tomados de otros pueblos, no inferiores a
nosotros, pero si distintos, una mentalidad distinta, eso que los antropólogos
llaman "la mentalidad arcaica" y que es la mente, algo muy
interesante para estudiar, y lo que vemos que en el fondo, ellos también,
a su modo tenían una profunda espiritualidad.
Uno de los aspectos que estudió
Reichel-Dolmatoff es el trance o el encuentro del shamán con el jaguar,
justamente uno de sus libros se llama "El chamán y el Jaguar",
que efectivamente se trata de una percepción muy fuerte que en
determinado momento de su éxtasis sienten los shamanes de la selva
colombiana, y él lo toma al jaguar, sobre todo el felino en general ha
tenido importancia simbólica muy grande en muchas culturas del continente
americano, entonces a él le ha surgido un elemento de comparación. Y si
vamos hacia atrás, es posible que hasta culturas cazadoras ya hayan de
algún modo sentido eso. El Profesor Ing. Cardich al estudiar las cuevas
de la Estancia El Ceibo, en la patagonia descubrió además de los clásicos
guanacos que son tan frecuentes en el arte rupestre patagónico, también
varias figuras de grandes felinos como aquel de dos metros de largo y que,
especialistas paleontólogos opinaron que se trata de un felino
actualmente extinguido en la patagonia hace varios miles de años, por lo
que esa pintura puede tener fácilmente siete, ocho o nueve mil años. Eso
puede ser un antecedente dejado lo que después ya en las culturas agrícolas,
sobre todo en el área andina, se manifiesta muy notablemente.
Vamos a hacer un salto e ir al Perú y,
en el seno de los comienzos de la civilización peruana que como se sabe
comienza con los templos precerámicos hace más de cuatro mil años, en
un momento dado hay todo un proceso con edificaciones, de construcción de
lugares rituales que a su vez implican el surgimiento de una clase
sacerdotal muy influyente, por ejemplo esos centros anteriores a Chavín
donde tenemos murales con representaciones felínicas. Eso después se
acentúa con el tiempo, por ejemplo en el templo de Chavín en el cruce de
dos galerías está el muy conocido "Lanzón", esa gran piedra
de más de cuatro metros de altura que por su forma, como un gran cuchillo
clavado en el suelo se llama así, allí está la figura muy monstruosa de
un ser básicamente humano pero con cabellos de serpiente, con garras y
grandes dientes de felino, es decir la combinación de la figura humana
con la felínica, pero también la serpiente y en otros monumentos de Chavín
con tipos de águilas y caimanes de las zonas selváticas, estos conforman
una estructura compleja y simbólica.
Esta primera gran cultura se extiende por todo el norte de Perú y
llega también al sur, hasta Paracas. Existen extraordinarios textiles
donde se caracterizan estos personajes que estarían representando
experiencias shamánicas, algunos muestran garras de aves que estarían
asociadas con el vuelo del shamán, producidas tal vez por sustancias
psicotrópicas ; otras figuras tienen especies de líneas que salen de la
cabeza a veces serpentiforme, que siempre tienen que ver un poco con líneas
de fuerza, energías, y además sosteniendo una vez más aves, se observa
en estos dibujos que serpientes le salen del costado. Muchas veces, en
formas más simples vemos esto representado en petroglifos.
Recordemos entonces que estamos hablando
de sitios y pueblos y sitios arqueológicos del área andina, del Perú
sobre todo, extendiéndose luego hacia el noroeste y oeste de la Argentina
que es donde vamos a tomar los ejemplos de arte rupestre relacionables con
lo que llamamos genéricamente shamanismo.
Todo lo dicho puede servir de trasfondo
para una interpretación del arte rupestre del norte y centro de Chile,
noroeste y oeste de la Argentina, que junto con el sur de Bolivia integran
culturalmente el +rea Andina Meridional. Salvo algunas manifestaciones
atribuidas a los cazadores tardíos (Cordillera de Arica, alto río Loa),
estas obras pueden ser atribuidas a los pueblos agrícolas y pastoriles
que desde unos 600 a.C. habitaron estas regiones montañosas y semiáridas,
hasta el momento de la conquista incaica en el siglo XV. Hábiles
artesanos y excelentes ceramistas, estos pueblos no llegaron a desarrollar
el nivel de culturas urbanas o estatales. Las prácticas shamánicas están
aquí atestiguadas ya en un momento transicional precerámico, con el
notable hallazgo, informado por Alicia Fernández Distel, de un
enterratorio cuyo ajuar presenta esas características, en la cueva III de
Huachichocana (provincia de Jujuy, ca. 1400 a.C.). Grandes pipas tubulares
de piedra y hueso atestiguan que ya entonces se utilizaban métodos
psicobotánicos para entrar en trance.
Llama la atención que entre los grupos
agroalfareros tempranos de comienzos de nuestra era exista uno en el Valle
de Tafí (Tucumán) que erigió numerosos "menhires", es decir
monolitos de hasta unos 2,50 m de altura, en parte grabados con diseños
abstractos y también con rostros esquemáticos que en algunos casos insinúan
una forma felínica. Reflejo lejano de la estatuaria de las culturas
"formativas" del área Andina Central, puede suponerse aquí una
base ideológica similar. Algunas de estas "caras simples" se
hallan reproducidas en petroglifos de la zona.
En otras culturas contemporáneas o poco
posteriores, se conocen muchos elementos, que indican la práctica de
fumar, de inhalar, de beber o de masticar sustancias psicotrópicas en
amplias zonas del noroeste y oeste de la Argentina. Importantes y bien
conocidas a través del arte mobiliar y decorativo y también del arte
rupestre son las expresiones del "complejo felínico" en la
cultura de la Aguada (600-900 d.C.). Se trata, sin duda, de una
manifestación tardía de lo que en el milenio I a.C. tuvo su auge en México
(olmecas), Perú (Chavín) y poco después en Colombia (San Agustín) y en
el noroeste de Bolivia (Tiahuanaco). Si bien el énfasis iconográfico es
el "felino draconiforme", la serpiente y el yaceré o caimán no
dejan de estar presente, generalmente en combinación con el anterior, y
separadamente también algunas aves estilizadas. El hombre con cabeza felínica
está presente en la cerámica y en las pinturas rupestres. También se
representa al "shamán guerrero", con insignias y armas en las
manos, a veces con características de "sacrificador", portando
una cabeza-trofeo. Toda esta simbología desaparece durante el período
agroalfarero Tardío (900-1550), reemplazada por otra de tipo mas
"naturalista".
Las pinturas rupestres de la Aguada se
hallan en su mayoría en el interior de las oquedades rocosas ubicadas en
la vertiente oriental de la Sierra de Ancasti en Catamarca, y constituyen
uno de los grandes estilos rupestres americanos. Además de variados
motivos felínicos adscriptos estilísticamente a dicha cultura, hay
danzarines armados que pueden ser tanto seres sobrenaturales como shamanes
en trance que los están encarnando. No debe ser casualidad que en la
misma región crezca el cebil, planta arbórea cuyo uso con fines psicotrópicos
está atestiguado tanto arqueológicamente como también etnográficamente
en muchas zonas de América, en este último caso en forma inhalatoria. Se
da así en el Ancasti una situación parecida a la del suroeste de
California : shamanismo/planta alucinógena/arte rupestre, en asociación
geográfica.
Otro elemento que consideramos paralelo
al "culto al cráneo" de algunas culturas andinas (posiblemente
ancestral a éste), que también se ha conservado en el área amazónica,
puede ser considerado el "complejo cefálico", cuyas
manifestaciones rupestres se presentan en muchos sitios del norte,
noroeste y oeste de Sudamérica. Se considera a las grandes cabezas
mascariformes grabadas en las rocas que rodean a un arroyo en el llamado
Valle del Encanto y en otros sitios del Norte Chico chileno como prototípicos
de esto que interpretamos como la manifestación artístico- simbólica de
una eclosión religiosa de carácter shamánico- visionaria,en la que la
vivencia de las fuerzas internas de la cabeza humana jugaba un papel
preponderante. Podemos imaginar su influencia sobre las poblaciones y su
perduración, aunque poco a poco el tema de la cabeza mascariforme se
fuera simplificando o deformando y agregándose también a veces la
representación esquemática de todo el cuerpo humano.
Originadas hacia comienzos de la cultura
El Molle (ca. 0-700 d.C.), las cabezas mascariformes, a la vez de perdurar
en Chile pasaron al lado argentino, con sus modificaciones y
simplificaciones, en donde aparecen acompañando a otros motivos en sitios
importantes de la región cuyana. Las tacitas o morteros en la roca
aparecen en el Valle del Encanto y en otros sitios como el espectacular
conjunto de Talampaya en el suroeste de La Rioja, debieron de servir -al
menos en parte- para la molienda ritual de elementos alucinógenos.
Las cabezas aureoladas o con
prolongaciones radiantes o anteniformes suelen llamarse máscaras, pero en
realidad no se trata de la representación de ese objeto sino de las
fuerzas radiantes o energéticas del propio ser humano (que también se
trata de representar en las máscaras), hechas "visibles" para
el shamán o sacerdote en algún momento de sus estados
"alterados" ( ?) de conciencia.
Existen otros motivos de probable
importancia simbólica, sobre los cuales aún nada puede decirse desde un
punto de vista interpretativo. Tal es el caso de los pies grabados a modo
de impronta, y en especial los que presentan seis dedos (representados en
dos sitios del suroeste de La Rioja). Como observación sobre este tema,
podríamos decir que ciertas deformaciones genéticas han sido
consideradas a veces como sagradas. ¨El pie de seis dedos podría ser la
característica de una importante estirpe de shamanes ? ¨O la marca
dejada por una divinidad ? Aquí y allá aparecen, en el área Andina,
motivos del "estilo de pisadas" patagónico (rastro de avestruz,
de puma, etc.), cuya relación con el resto del contexto cultural y
rupestre desconocemos.
Terminamos estas consideraciones con una
observación ecológica que nos parece significativa. El hecho de que
alguno de los grupos mas importantes de petroglifos se encuentren al
comienzo y al fin de ciertas quebradas, o el interior de éstas, a lo
largo de antiguas sendas que cruzan un cordón montañoso o la propia
Cordillera de los Andes, sugiere que lo que podemos llamar el simbolismo
del camino, a su vez vinculado a lo que en etnología suele llamarse
"los ritos de pasaje". La vía, a veces difícil, que atraviesa
una zona montañosa, es percibida como una hipóstasis del camino solar, y
también, figuración del viaje del alma a la región del "Más Allá",
en el curso del cual deberá enfrentarse con fuerzas y con seres que son
representados y a la vez conjurados por medio del grabado en sitios
elegidos por su sacralidad potencial.
El camino difícil, la estrechura, el
paso montañoso, el túnel constituyen para la conciencia mítica imágenes
iniciáticas ; símbolos del umbral también reproducido en construcciones
templarias del Viejo y del Nuevo Mundo. Algo de esto pervive en el
folklore indígena, aún después de 500 años de acoso por parte de
nuestra civilización racional y exotérica : en los momentos finales del
viaje en búsqueda del peyote, la cactácea sagrada de los huicholes del
noroeste de México, éstos dicen de sí mismos : "Nos hemos vuelto
nuevos, estamos limpios, somos recién nacidos". Esto es simbolizado
por una cuerda enrollada en forma de espiral : una metáfora del viaje al
"lugar de origen" y el regreso subsecuente a "este
mundo", es decir, muerte y renacimiento. Explica Furst (quien
participó personalmente en uno de estos viajes) : "Habiéndose
despojado, simbólicamente, de su condición adulta y de su identidad
humana, los peregrinos pueden asumir ahora verdaderamente la identidad de
espíritus, pues así como su guía es Tatewarí, el Dios del Fuego y
primer Chamán, ellos se convierten en las deidades ancestrales que lo
siguieron en la caza primordial del Venado-Peyote. De hecho, sólo como
espíritus pueden 'cruzar', esto es, recorrer a salvo, el paso peligroso,
el umbral de las Nubes Estrepitosas, que dividen el mundo ordinario del
no-ordinario. Esta es una de las varias versiones huicholes de un tema
casi universal en la mitología funeraria, heroica, del chamanismo".
Cuántas espirales no están
representadas en petroglifos americanos! Cuántas de sus variantes :
volutas, laberintos, múltiples círculos concéntricos ! Cuántos
escalonados y laberintiformes rectilíneos en sus pinturas geométricas,
también símbolos del camino del espíritu de los muertos ( e iniciados)
hacia el Más Allá ! Cada estudio de éstos y de muchos otros temas
culturales paleoamericanos provoca nuestra admiración hacia quienes, con
métodos a veces extraños, lograron conocimientos superiores y los
volcaron hacia todos los aspectos de la vida social, en os casi siempre
duros ambientes en los que les tocó vivir, y de los cuales el arte
rupestre constituye un pálido reflejo.
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